3 de septiembre de 2012

La vida en los tiempos de internet

Facebook, Twitter y la web en general están cambiando para siempre el mundo en el que vivimos. Ventajas, riesgos e incertidumbres de lo que se viene.
 

(Artículo publicado en la revista Peces de Ciudad, Nº 4, agosto de 2012)


GANAR DINERO CON FACEBOOK 

«¿Querés ganar dinero con Facebook?», anuncia un mensaje leído en algún muro del propio Facebook. ¡Claro! Si nos pasamos horas y horas metidos allí gratis, ¿qué no haríamos por dinero? Entonces vienen las instrucciones:

1) Andá a la configuración de tu cuenta.
2) Pulsá «desactivar cuenta».
3) ¡A trabajar!

Y es que, sí: hay personas que dedican mucho tiempo no solo a Facebook, sino también a Twitter, YouTube, Instagram, Whatsapp, etc. Términos que hasta hace poco no significaban nada y ahora concentran gran parte de la vida social de millones de personas en casi todo el mundo. Y nuestro tiempo no es infinito: para hacer algo nuevo, tenemos que dejar de hacer cosas que hacíamos antes. Vos, ¿qué dejaste de hacer para estar ahí?


¡ETIQUETAME!

Sobre este tema se dicen y se escriben infinidad de cosas. Desde los más apocalípticos, los que creen que todo tiempo pasado fue mejor y que ningún contacto que no sea cara a cara puede ser bueno, hasta los más integrados, quienes dan gracias por haber nacido en el momento adecuado y se preguntan —sin hallar respuestas— cómo hacía la gente para vivir antes de que existiera internet.


El artículo tal como se publicó en Peces de Ciudad

Todos los extremos son malos, se suele decir. Así que mejor ni tan allá ni tan acá. Un reciente artículo publicado por el diario español El País habla de la «Humanidad 2.0». Se refiere al hecho de cómo en muy poco tiempo pasamos a estar increíblemente conectados y pone el ejemplo de las fotos: hasta hace unos años, teníamos que sacarlas con un rollo que limitaba la capacidad a 24 o 36 imágenes, no había forma de saber cómo habían salido hasta que las revelábamos, cosa que en promedio hacíamos dos o tres semanas después y que costaba bastante dinero. Y si queríamos mostrárselas a los amigos, había que organizar una reunión, encontrar el momento oportuno…

«Aquello tenía su encanto», dirá alguien. Y sí, sin duda, lo tenía. Y podemos seguir haciéndolo así. Pero ¿es comparable eso con la posibilidad de sacar cientos de fotos cada día, ver cómo salen en el mismo momento, compartirlas de inmediato con los amigos de cualquier lugar del mundo, gastar dinero en imprimir solo las que valen la pena?


ANTES Y DESPUÉS

Los especialistas señalan que estamos viviendo una época de transición, que marcará un antes y un después más notable que el generado por la creación de la imprenta, a finales del siglo XV. Por eso, dicen, en estos momentos conviven tres generaciones:

1) Los mayores, digamos los que tienen más de 65 años, que no usan las nuevas tecnologías. Son los últimos «analfabetos digitales».


2) Los niños, que han nacido y crecen en un mundo donde las computadoras y los teléfonos celulares forman parte del paisaje cotidiano. Ellos son los primeros «nativos digitales».


3) Los que están en esa franja de entre 15 y 65 años, que somos la mayoría y a quienes nos toca el duro y fascinante reto de haber nacido en un mundo y tener que aprender a vivir en otro.

Los cambios generados por internet y las nuevas tecnologías alcanzan todas las esferas, desde la creación artística hasta la ciencia, desde las formas de relacionarnos con los demás hasta las de educarnos y trabajar. Incluso cambian nuestra forma de ser. Muchos estudios llegan a conclusiones alarmistas: dicen que internet nos vuelve superficiales, desmemoriados, que nos hace perder creatividad y capacidad de concentración. Otros, en cambio, señalan que las estructuras y capacidades cerebrales se favorecen y que los «nativos digitales» tienen más materia gris en la parte inferior de la corteza cerebral parietal. O sea: que su cerebro está más desarrollado que el nuestro. ¿Cuál será el resultado de todo esto? Quién sabe…


LO QUE HACEMOS CON LA TECNOLOGÍA

 
Tapa de Peces de Ciudad, Nº 4
Como siempre, lo más importante no es la herramienta sino lo que las personas hacemos con ella. Un cuchillo puede servir para matar pero también para cortar y compartir la comida. Si lo hipervinculado y fragmentario y multimediático de internet nos hace perder concentración, tendremos que aprender a dedicar momentos para ciertas lectura «a la antigua», aunque haya que desconectar el módem o el router para lograrlo. Si Facebook o Twitter o lo que sea en internet son causa de nuestra procrastinación (es decir, dejar todo el tiempo para mañana lo que debemos hacer hoy), no hace falta desactivar la cuenta, como pedía el chiste del principio: bastará con aprender a imponernos determinadas reglas de autodisciplina.

Pero eso no es nuevo, siempre estuvo ahí. La diferencia es que antes los estímulos eran otros. Así que no se trata de sentirse culpables por usar las redes sociales en internet, sino de aprender a usarlas bien, y que la tecnología no sea sinónimo de perder el tiempo sino de lo contrario: de ganarlo.

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