22 de octubre de 2012

Encuentro Literario Sinécdoque,
diez años después

1

Los pormenores del diálogo los olvidé. Sé que en algún momento Octavio me dijo: «No, no hay escritores de Varela», y que yo, después de una pausa, le respondí: «Nosotros».

Días o semanas más tarde, Octavio me propuso que formáramos un grupo. Un grupo de escritores. Gente como nosotros, que escribiera y tuviera ganas de compartir lo que escribía con otras personas que no fueran sus parejas o sus amigos más cercanos, que en general no pueden decirte más que «está lindo» y darte una palmadita en la espalda. Le dije que sí, claro, entusiasmado. Hicimos unos cartelitos de esos con las tiritas abajo que se pueden recortar, con algún número de teléfono (creo recordar que era el fijo de Octavio) y con una dirección de e-mail. Recuerdo que dijimos que no podíamos poner solo un mail, porque de ese modo estaríamos dejando fuera a mucha gente que todavía no usaba el correo electrónico. Cómo cambiaron las cosas en diez años. Porque ya diez años pasaron de todo aquello. Que para algunas cosas no es nada (según el tango, la mitad de nada), pero para otras es mucho tiempo.

2

Así fue como convocamos gente y enseguida fuimos cinco: Sergio, Sabina, Elisa, Octavio y yo. Y poco después llegó Patricia, un poco más tarde pero a tiempo, y así quedó conformado el equipo.

Primero pensamos en reunirnos cada quince días, para no agobiar a nadie, pero cuando nos quisimos dar cuenta nos veíamos todas las semanas. Siempre alrededor de un par de mesas del bar Los Angelitos. (Para quienes no conocen nuestro terruño: en la esquina de Monteagudo —que todavía no era peatonal— y Juan Vásquez, calle a la que le cambiaron el nombre hace años, hacía ya años, le pusieron Presidente Perón, o Teniente General Perón, o algo así, pero para todos sigue siendo Juan Vásquez, hasta para Google Maps).

Había que buscar un nombre. No recuerdo cómo fue, pero creo que propusimos varios y yo propuse Sinécdoque, una figura retórica que consiste en decir la parte por el todo, o el todo por la parte, o la especie por el género, o viceversa, y etcétera. Y gustó, y quedó. Es curioso: recién ahora, diez años después, mientras redacto estas líneas, se me da por googlear la palabra «sinécdoque». El primer resultado es la entrada de la Wikipedia, y lo primero que aclara es su significado etimológico: «comprensión simultánea». Y pienso en cuánto de comprensión simultánea hubo en aquellas seis personas en aquel momento de sus vidas, de nuestras vidas.

Después siempre fantaseábamos con la idea de que algún día, junto a alguna de las mesas a las que solíamos sentarnos, pongan un cartel que diga: «MESA SINÉCDOQUE».

3

Esta clase de encuentros se producen de forma muy azarosa. Es estar en el lugar oportuno en el momento justo. Como en el amor. Aquella época, en aquel Florencio Varela de finales de 2002, nos encontró a los seis —Elisa, Patricia, Sabina, Sergio, Octavio y yo— en situaciones un poco raras, sin o con poco trabajo, en momentos que eran o parecían de cambios en la vida de cada uno. Ese hecho, creo, fue fundamental, no solo para que tuviéramos más tiempo para reunirnos, sino, fundamentalmente, porque teníamos energía disponible y lista para ser invertida en un proyecto como este. Un proyecto que empezó sin que tuviéramos claro hacia dónde iría, y que fue hacia todas partes y hacia ninguna.

4

Y entonces escribíamos. Y cada encuentro era una fiesta. Leíamos lo nuestro en voz alta, leíamos y escuchábamos lo que habían escrito los demás, nos criticábamos, aprendíamos unos de otros, nos reíamos, disfrutábamos. Eran eso: encuentros. De hecho, ese fue el nombre que elegimos: no éramos un «grupo» ni un «círculo literario» ni un «taller». Éramos el Encuentro Literario Sinécdoque.

(Busco en el diccionario «encontrar».  La quinta acepción es la que refiere ese sentido: «Dicho de dos o más personas: Hallarse y concurrir juntas al mismo lugar». Pero también me llaman la atención las dos primeras acepciones. La primera: «Dar con alguien o algo que se busca». La segunda: «Dar con alguien o algo sin buscarlo». Entonces, si es dar con algo o alguien tanto si se busca como si no, ¿para qué la aclaración? ¿Por qué no decir directamente «Dar con algo o alguien», y nos ahorramos una acepción? Pues quizá por gente como nosotros, que dimos con gente que buscábamos pero sin buscarla. Como la famosa cita de Cortázar en Rayuela: andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos.)

5

En aquella época en que nos parecía elitista poner solamente una dirección de e-mail, nunca habíamos escuchado, por supuesto, hablar de los blogs. Así que, cuando nos picó el bichito de crear una publicación (como a todo grupo de personas que se precie de reunirse en nombre de la literatura) la hicimos en papel. Dos hojitas tamaño office plegadas, que daban lugar a ocho paginitas con espacio suficiente para todos. La llamamos Caos, en homenaje a un libro de Adolfo Bioy Casares publicado en 1935. Fue uno de los primeros libros de Bioy, de los que luego él se avergonzaba. Una crítica de la época en La Nación era despiadada:

Un desaforado afán de notoriedad mantiene desde hace largo tiempo en los alrededores de la literatura a personas que seguramente tendrían honesta ocupación en cualquiera otra actividad (…) Muchas reflexiones semejantes podrían expresarse a propósito de la publicación de Caos, si algún mérito de este libro lo justificase. No puede ser más lastimosa la lectura de sus páginas, en las que sólo es dable advertir un acierto, consistente en la propiedad del uso de un vocablo, el del título: caos.

Nos divertíamos mucho leyendo ese tipo de cosas, y entonces nuestra revistita se llamó Caos y llevaba como eslogan: «No puede ser más lastimosa la lectura de sus páginas». El eslogan también aplicable, desde luego, a este blog.

Editamos tres números y se nos quedó en las gateras el cuarto. Tuvimos alguna pequeña satisfacción al enterarnos de que alguien la había leído y le había gustado, o de que no sé quién había preguntado cuándo saldría el siguiente número. Imagino que en algún lugar de la casa de mis padres, en Florencio Varela, sobreviven mis ejemplares. Una amiga varelense que vive en España desde hace años (desde aquella época) y se muda mucho, cada vez que se muda ve aparecer sus ejemplares de Caos. Entonces los mete en una caja, y al desarmar la caja los vuelve a ver aparecer, y los saluda y se despide de ellos hasta la siguiente mudanza. Pero siempre que eso ocurre me lo cuenta. Y eso, de alguna manera, mantiene con vida a Caos.

6

Nos reunimos semanalmente, si no recuerdo mal, durante un año y medio, desde septiembre u octubre de 2002 hasta marzo o abril de 2004. Casi al mismo tiempo varios de nosotros conseguimos nuevos trabajos, y eso nos dejó menos tiempo, y supongo que aquello —como todo— duró lo que tenía que durar. Nos dejó excelentes momentos, el recuerdo de unos encuentros divertidísimos, el cariño hacia aquellos compañeros de ruta y un manojo de cuentos y poemas. Varios de los cuentos que escribí en aquella época forman parte de un libro que lleva mi firma y está por ver la luz. De alguna manera, este libro también es un retoño del Encuentro Literario Sinécdoque. Y esa publicación, y nuestros recuerdos, y este post, de alguna manera, lo mantienen con vida. Aunque, parafraseando una frase de Woody Allen que recuerdo haber citado en más de uno de aquellos encuentros, seguro que Sinécdoque preferiría no seguir viviendo en los libros ni en los blogs ni en los recuerdos de nadie, sino allá, una vez a la semana, alrededor de un par de mesas del bar Los Angelitos.

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